El Origen del vino

Esta claro que para aprender de cualquier cosa, bien sea costura, física cuántica o tocar el ukelele, lo primero que tenemos que hacer es ir a sus orígenes. Y eso es lo que vamos a hacer hoy, ver el origen del vino y su historia.

Por eso hoy, vamos a ver qué es el vino, de dónde procede, y todo lo que este manjar te puede aportar. ¿Listo?

¿Qué es el vino?

«El vino es una bebida alcohólica que se hace del zumo de las uvas exprimido y fermentado naturalmente».

Así es como lo expresa la RAE, pero tú y yo sabemos que eso no es más que la superficie, y nosotros no nos vamos a conformar con ella.

Entonces, formulemos de nuevo la pregunta. ¿Qué es el vino? El vino es una experiencia, que cualquiera puede disfrutar y aprender a apreciar, sin que para ello necesite ser un experto ni lanzarse a por la botella más cara.

El vino es parte de nuestra cultura y de nuestra gastronomía, solo hay que echar un vistazo a la historia de la humanidad y su representación en todo tipo de artes durante siglos y siglos.

Origen del vino

Desde la batalla imaginaria del hidalgo Don Quijote contra los cueros de vino, que en sueños creía gigantes, pasando por su poderosa simbología en las piezas teatrales de William Shakespeare hasta la obra maestra pictórica El triunfo de Baco de Velázquez. El vino es arte, literatura y cultura.

Esta bebida ha estado presente en la vida de la humanidad desde mucho antes de que se comenzasen a construir pirámides y conquistar nuevas tierras. Pero, ¿alguna vez te has planteado cuál es el origen del vino? Hay muchas respuestas variopintas y cada una de ellas dependerá de la civilización a la que se lo preguntes.

¿Quién inventó el vino?

Cada cultura ha vinculado el origen del vino a una deidad propia de sus creencias religiosas o mitológicas. Aunque realmente, encontramos la primera mención sobre él en el 5.000 a.C. en el Antiguo Egipto, con el dios Osiris.

Éste fue el que enseñó el cultivo de la vid y el proceso de desarrollo del vino al pueblo egipcio, al que se le atribuían todo tipo de cualidades medicinales.

El vino en la mitología

Para la civilización griega, el apoderado del vino en el Olimpo era Dionisio, uno de los dioses más aclamados, si no el favorito, que influyó de forma fundamental en la cultura occidental. Las celebraciones y los festejos que se comenzaron a organizar en su nombre, mediante la interpretación de composiciones poéticas (ditirambos) y con el vino como elemento protagonista, constituyeron el inicio de lo que hoy conocemos como teatro.

En el caso del Imperio romano, este excepcional honor le corresponde a Baco, protector de las vides y descubridor del vino. Una figura que nace como la adaptación de la deidad griega y que, además de su identidad, también adquirió su tradición de celebraciones, conocidas como las bacanales.

El vino y la religión

Otras culturas, en mayor o menor medida, han dedicado un espacio de importancia al vino, pero no muchas con la gran carga simbólica de la religión católica, que marcó los siguientes siglos camino a la Edad Media.

En ella, el origen del vino se le atribuía al mismísimo Dios cristiano y representaba la sangre de su hijo, Jesucristo. Es por ello que su elaboración estaba vinculada a los monasterios y su consumo a ritos y celebraciones religiosas. Pero su presencia en la mesa no faltaba en el día a día de acaudalados y campesinos de todas las edades.

¿Quiénes son los dioses del vino?

Como ves, el vino y la mitología han ido de la mano. Aquí te presentamos un listado con los dioses del vino:

  • Dios del vino mitología griega: Dionisio
  • Dios del vino mitología romana: Baco
  • Diosa egipcia del vino: Hathor
  • Dios del vino nórdico: Byggvir

El origen del vino en España

Pero, ¿Cuándo llegó el vino a nuestro país? El origen del vino en España se sitúa en el año 3.000 a.C. con las primeras plantaciones que nos aportaron los Fenicios a nuestras tierras.

Las primeras plantaciones fueron en el litoral occidental andaluz y las costas mediterráneas.

El vino es tradición

El vino está presente en el folclore de los pueblos, en sus costumbres, sus festividades y en su cultura, incluido todo ese trayecto que va desde el campo a la mesa. Y aquí debemos hacer un inciso. Esta costumbre milenaria ha dado lugar a todo tipo de términos con los que nos topamos a diario, sobre todo en la actualidad y debido a su auge, que pueden generar confusión.

Para entender la tradición del vino no tenemos más que quedarnos con dos de ellos: viticultura y enología. El primero de ellos hace referencia al conjunto de técnicas y conocimientos sobre el cultivo de la vid, mientras que el segundo se centra en la elaboración del vino en sí mismo.

Ambos procesos forman las dos partes vitales de la tradición en torno al vino, de su desarrollo y su papel en cada cultura. Ya que el camino de su elaboración, pasando por estas fases, dará lugar a variedades completamente dispares y, por tanto, a lo que constituye la maravillosa riqueza del vino: su heterogeneidad. Y eso nos lleva al siguiente punto.

El vino es experiencia

El único significado del vino que es completamente universal es su disfrute como parte de una experiencia, puede serlo tanto de una forma sensorial, para los sentidos, de lo que se vale a menudo la alta gastronomía, como social, en un contexto de celebración o de plácida velada.

En cualquiera de estos casos entra en juego la diversidad del vino, una virtud mediante la que es capaz de presentarse con un abanico casi infinito de sabores, matices, aromas y tonalidades.

La elección del vino, en combinación con un plato en concreto, puede cambiar por completo el resultado de la experiencia de escogerse uno tinto o uno blanco, por ejemplo. Y, al contrario de lo que pueda pensarse, a menudo no se trata de una opción correcta y otra errónea; sino, sencillamente, de dos comidas diferentes y ambas perfectamente disfrutables. Es decir, dos experiencias distintas.


El interés y la afición por el vino están creciendo mucho en los últimos años, por suerte para quienes se aventuran en esta fascinante parcela de la gastronomía. Si tú también eres un principiante, permítenos un consejo para comenzar. En primer lugar, conviene desterrar estereotipos, entender de vino no es zarandear una copa para que “se oxigene”, ni disfrutarlo es olisquear su contenido como un perro policía, y, desde luego, el vino tampoco es esnobismo.

En segundo lugar, no hace falta invertir veinte, cuarenta o cien euros para saborear un buen vino. Por todo ello, si estás interesado en asomarte al gratificante mundo de esta bebida, que ninguna de estas memeces te haga dudar. El vino es mucho más.

Ahora sí, ¿te animas a conocer un poco más sobre el vino?

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