Finca La Rana 2019

El viñedo de Finca La Rana es muy especial, pues está plantado en pie franco con pámpanos de la Viña El Romeral de 150 años. Actualmente tiene 35 años bien cuidados, e incluso, replantando las faltas que la mella del tiempo ha ido haciendo en algunas cepas. Siempre pie franco. 

Por tanto amigos, la Vitis Vinífer Pura Española, de la variedad Tempranillo (Tinta de Toro) mamando de la tierra directamente. Sin intermediarios que modifiquen sus cualidades, arrancando cada gota de energía del subsuelo, luchando contra el clima cálido y gélido (continental severo), así como, la aridez del suelo.

A todo esto, le sumamos la dificultad del cultivo ecológico exhaustivo (bonificado por la Consejería de Agricultura de Castilla y León), y tratamientos únicos con azufre, infusiones de ortigas y valeriana. Debes de saber que a mis viñas no les echo veneno. 

Desde Finca La Rana a 720 metros de altitud divisó los meandros del Duero. Mmm, cojo una buena bocanada de aire, y me quedo con este momento. 

Marco real en plantación, solo mil plantas por hectárea, más no, y aun así le cuesta. Raro será que lleguemos a tres mil kilos por hectárea teniendo algún año como el 2017, con solo 1.800 kilos/hectárea debido al hielo primaveral que quemó yemas y a la brutal sequía padecida todo el verano.

Vendimiado a mano y transportado en cajas de 12 kilos, será seleccionado en mesa y posteriormente despalillado para trasladarlo a depósitos de fermentación de 20.000 kilos, con camisas de refrigeración para el control exhaustivo de la temperatura.

2017 es un año muy concentrado y potente debido a todos estos factores, por lo tanto, no sobrepasamos los 25 grados en fermentación, para intentar mantener frescor aromático y no abusar de la extracción tánica. 

Cuatro días de maceración pre-fermentativa en frío, 12 días de fermentación alcohólica y ocho días de post maceración fermentativa para conseguir extraer grasa y volumen que envuelvan todos los demás componentes con lo que se busca la elegancia y finura, conceptos fundamentales en nuestra elaboración de vinos. 

Tras el descube se realizará la fermentación maloláctica de manera lenta y pausada para evitar en lo posible arañazos que hicieran sufrir nuestro caldo. Se criará durante 12 meses en barricas de roble francés, de uno a cuatro años buscando el respeto absoluto en este proceso de oxigenación para no invadir la madera la materia, de esta forma se respeta el tono frutal y floral. 

Por lo tanto, nos encontramos con un vino muy equilibrado en cuanto a fruta madera. Se exaltan así las cajas de especias (tomillo, romero, lavanda..), junto con los toques florales (violetas), y de frutas rojas, tan características de la Tinta de Toro. Todo esto, con una tanicidad suave, elegante y sedosa, que le dan un toque goloso muy agradable al paladar. 

¿A qué sabe el Finca La Rana? Sabe a campo, huele a campo, y lo más importante de todo, te traslada al campo, algo que es valorado y reconocido por la crítica internacional (Peñín, Parker, Suckling..). 

Imaginaros el paraje de Finca La Rana, nueve hectáreas y media, con diferentes ondulaciones y cuatro tipos de suelos (arcilla, cantos, arenas sueltas y tobizo), rodeado de monte bajo con tomillos, romeros y un millar de encinas.

Andar diez pasos y comerse una uva casi madura buscando el regaliz de zara (toque entre amargos y mentolado), que nos irá marcando el tiempo de vendimia. El problema es que no te comes una, te comes cien. 

En la zona de arriba de los cantos descorchamos una botella de Finca La Rana del 2019 e instantáneamente es beberse el campo. Saborear con una copa todo lo que la naturaleza nos ofrece ante nuestros ojos. Ay amigo, si le añades embutidos y quesos para maridar, el plan perfecto para una mañana de septiembre. 

En realidad, es un vino gastronómico para maridar con cualquier tipo de comidas, desde pescados grasos a todo tipo de carnes y guisos. Yo en particular te lo recomiendo con un buen estofado, rabo de toro, carrilleras al vino tinto y cómo no, con cualquier alimento que contenga especias. Y después de una buena comida, deja una última copa para limpieza del paladar y del espíritu. 

Pero ojo, porque también se puede catar y disfrutar por sí mismo sirviendo de poco en poco, preferiblemente con compañía agradable para observar, oler y sentir como la caricia del oxígeno se abre, cambia, evoluciona, y nos traslada al origen, el campo, paraje de La Rana, Villafranca de Duero.